Aporofobia fue nombrada la palabra del año en 2017 por la Fundeu, el mismo año que fue incorporada al diccionario de la RAE. Este término acuñado por la filósofa y catedrática Adela Cortina define el miedo, hostilidad o rechazo hacia el que no tiene recursos.
En España 31.000 personas viven en la calle y el 47% ha sido víctima de agresiones, según datos del Observatorio Hatento, proyecto impulsado por la fundación RAIS, que lucha contra la aporofobia.
Este estudio muestra también el perfil del agresor: jóvenes de entre 18 y 25 años, que normalmente agreden de noche y con testigos delante.
Las instituciones gubernamentales apenas ofrecen datos sobre la gente sin recursos en España. La última encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) se hizo en 2012 y contabilizó 22.938 personas sin hogar, pero se limitaba a la gente atendida en los centros que ofrecen alojamiento o restauración, invisibilizando así a la gente que no acude a estos centros.
El 12 de marzo de 2018 en Bilbao tres jóvenes agredieron a un hombre que dormía en un parque y lo arrojaron a una fuente. La víctima fue hospitalizada por hipotermia y por las lesiones causadas, y los jóvenes fueron detenidos gracias a la colaboración de los testigos. Según datos del Observatorio Hatento dos de cada tres agresiones son presenciadas por testigos, y en el 68% de los casos muestran indiferencia. La fundación RAIS declara que “es necesaria la implicación de toda la ciudadanía para erradicar los delitos de odio contra las personas sin hogar”.
La aporofobia no consta en el código penal como un delito. Desde RAIS hablan de la invisibilización de estos hechos ante la ley “además de en el diccionario, necesitamos encontrar la aporofobia en el Código Penal para poder combatirla. Es imprescindible que el Código Penal reconozca la especial vulnerabilidad que las personas sin hogar tienen frente a delitos basados en la intolerancia y los prejuicios”.
Posible reforma del Código Penal
En 2017 el Grupo Parlamentario Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea propuso una moción de reforma del Código Penal para incluir la aporofobia como delito “presentamos una proposición de ley para incluir en el artículo 22.4 del código penal, que regula las agravantes, un agravante sobre aporofobia o exclusión social” declaraba Joan Comorera Estarellas, senador y portavoz del grupo. La moción fue aprobada ante la Comisión de Justicia del Senado por unanimidad de todos los grupos parlamentarios.
“Este artículo 22.4 incluye las categorías de discriminación, entre las que incluye la orientación sexual o la religión, pero no existe ninguna categoría que incluya la discriminación por motivos socioeconómicos” afirman desde RAIS. Uno de los miembros del Senado, Iñaki Oyarzábal, declaraba que “no se contempla la situación socioeconómica de la víctima como motivo de discriminación, expresamente contemplado en el artículo 21 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, siendo este el sector más desprotegido y en situación de mayor exclusión social”.
Según afirma Darío Pérez Madera, jefe del departamento de SAMUR Social y Atención a Personas Sin Hogar de la D.G integración Comunitaria y Emergencia Social, “muchas veces se normaliza esta situación cuando hay que identificarlo como delito de odio”.
El Ministerio de Interior registra desde 2013 las denuncias de incidentes relacionados con aporofobia. Los datos más recientes muestran que en 2017 se denunciaron 11 casos, de los cuales 7 fueron esclarecidos.
El 87% de las agresiones a personas sin hogar no son denunciadas, según datos del Observatorio Hatento.
La fundación RAIS confirma que hay un importante grado de infradenuncias por parte de las personas sin hogar “el hecho de que la aporofobia no sea un agravante de delito anima a no denunciar a las víctimas. Ha habido varios casos de denuncias que se han llevado a juicio, y los propios jueces reconocieron en su sentencia que no era posible aplicar un agravante porque el código penal no lo recogía”. El Observatorio Hatento ha puesto en marcha una oficina virtual para ofrecer apoyo y orientación ante casos de delitos de odio por aporofobia.
Las mujeres, uno de los grupos más vulnerables
En 2018 se publicó un último comunicado sobre una agresión por aporofobia. El 5 de junio una mujer sin hogar sufrió una violación en Alicante. El agresor, que la golpeó para después agredirla sexualmente, ha sido condenado a 8 años de prisión y cinco de libertad vigilada.
El 19% de las mujeres sin hogar sufren agresiones sexuales, según datos del Observatorio Hatento. Y el 60% de las mujeres sin hogar ha sido víctima alguna vez de un delito de odio, “si vivir en la calle supone una amenaza real para la vida de las personas sin hogar, en el caso de las mujeres sin hogar esa amenaza es todavía más acuciante” declaran desde la fundación RAIS.
Esta realidad la reafirma desde su experiencia personal Nadja, quien a sus 45 años ya lleva unos cuantos viviendo en la calle “lo que más me pasa es que los hombres te proponen, como estás en la calle, vámonos ahí al rincón este y te doy cinco euros. Es bastante habitual”.
El derecho a la vivienda
El hecho de no tener una vivienda hace que las personas sin recursos sean uno de los grupos más vulnerables en caso de sufrir una agresión. “las personas que denuncian abusos o agresiones en la calle, en la mayor parte de los casos tienen que volver al lugar de los hechos. Si duerme en cajeros o parques, seguramente va a volver a pernoctar en ese lugar, y eso le expone a sufrir nuevamente una agresión” declara el portavoz de RAIS.
En el II Foro Mundial sobre Violencias Urbanas y Educación para la Convivencia y la Paz, celebrado en Madrid en noviembre del 2018, se debatió sobre la aporofobia. Uno de los participantes del debate fue Emilio Martínez, profesor de ética en la Universidad de Murcia “estoy seguro de que estar viviendo en la calle no es una situación voluntaria y deseada, sino una consecuencia desgraciada de una situación de pobreza sobrevenida, que puede tener raíces diversas: pérdida de empleo, pérdida de vínculos familiares, pérdida de control sobre la propia vida a causa de alguna adicción o de alguna enfermedad…” declara.
Esta es la situación que viven muchas personas, como José, que a sus 64 años lleva 5 viviendo en la calle. José trabajaba en la construcción, y al perder su trabajo perdió su casa “cuando el sector de la construcción empezó a ir mal perdí mi trabajo y me quedé en la calle, pensaba que iba a ser algo temporal, y aquí sigo”.
Muchas personas sin recursos tienen que seguir pagando su vivienda después de haberla perdido. Este es el caso de Carmen, que perdió su trabajo y fue desahuciada hace dos años “lo más normal sería, ya que nosotros entregamos la vivienda y en las circunstancias en que nos cogió la crisis, que nos quitaran ya esta cruz que tenemos encima. Porque he pagado durante años la hipoteca, he entregado mi casa, y si ahora tengo la suerte de tener un trabajo, tengo que seguir pagando por una cosa que ya no tengo”.
“El derecho a la vivienda se relaciona directamente con la calidad de vida, la seguridad y la salud de las personas, de forma que interacciona con los demás derechos fundamentales".
Desde RAIS hacen mención a la importancia de los derechos constitucionales “el derecho a la vivienda se relaciona directamente con la calidad de vida, la seguridad y la salud de las personas, de forma que interacciona con los demás derechos fundamentales. Una sociedad democrática no puede permitirse abandonar más allá de los márgenes a parte de su ciudadanía”.
Las causas de la aporofobia
Otro asunto que se debatió en este Foro es la relación, adquirida socialmente, entre delincuencia y personas sin recursos, y la visión de estas personas como una amenaza para el sistema socioeconómico. Emilio Martínez afirma que “un 30% de la aporofobia se debe al miedo natural de nuestro cerebro a los extraños, pero el resto lo construye el ser humano y una mala educación”. Según el catedrático, la aporofobia tiene varias causas “la más común es la educación recibida y no cuestionada: creerse superior a las personas pobres pensando que ellas son culpables de su pobreza, son perezosas, indolentes, alcohólicos…”.
Existen muchos prejuicios y estigmas sobre la gente sin recursos, que fomentan ese comportamiento de rechazo social “yo no bebo, ni fumo, por suerte no tengo esos vicios. La gente piensa que todos los que vivimos en la calle somos alcohólicos, por eso no ayudan” declara José “muchos empiezan a beber cuando se quedan en la calle. Es una situación difícil, el mismo que bebe luego duerme debajo de un puente en pleno invierno con una manta”.
Otra causa de la aporofobia, según afirma el catedrático, es el miedo a caer en la misma situación “la persona aporófoba tiene, en el fondo, cierto miedo a caer en la pobreza, y para combatir ese miedo se dedica a proyectar odio sobre las personas que atraviesan situaciones de pobreza”. El hecho de ver a las personas sin hogar como los culpables de su situación incrementa el rechazo hacia las mismas.
Un 27% de las personas fallecidas el año pasado que vive en la calle fue por agresiones físicas, por muertes violentas, según datos del Observatorio Hatento.
Según el catedrático Emilio Martínez, la aporofobia se ha visibilizado en los últimos años “creo que, en parte, ha sido por ser declarada palabra del año en 2017 por la FUNDEU, pero en parte también porque en 2017 se publicó un libro de la filósofa Adela Cortina sobre este fenómeno (Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío a la democracia)”.
Sin embargo desde la fundación RAIS mantienen que la aporofobia sigue siendo un problema y un delito invisible “a pesar de su cercanía física, la realidad de las personas sin hogar sigue siendo una de las más desconocidas, lo que hace que se perpetúe el estigma, los mitos y los prejuicios que han creado la imagen que tenemos de estas personas, y que pase como desapercibida la gravedad de las agresiones que sufren”.
“Lo que no se nombra no existe”, esta frase de George Steiner, filósofo y escritor del siglo XX, habla del poder que tienen las palabras. No se puede visibilizar algo que no se puede nombrar. La aporofobia ya es considerada una palabra en España, y está por ver si será considerada un delito.
Edición: Sara Sarrablo y Elías Achón
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